El Matrimonio como unidad básica de la sociedad está enfrentando graves dificultades y desafíos, mas que nunca en la historia de la humanidad. Problemas de comunicación, problemas financieros, falta de intimidad, infidelidad y actitudes agresivas son de los más comunes hoy en día.
Las causas de esos problemas están relacionados fundamentalmente con el enfriamiento espiritual, el egoísmo, el orgullo, la ignorancia de principios fundamentales, raíces de amargura y la rigidez emocional que les impide pedir perdón y perdonar.
El matrimonio si está diseñado para producir felicidad, pero no por vía directa, sino por medio de un proceso de madurez en la relación y una vida espiritual activa que va formando un carácter capaz de vencer las debilidades humanas y avanzar en una relación saludable.
Efesios 4:2-3 con toda humildad y mansedumbre, soportándonos con paciencia los unos a los otros en amor, procurando mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.
No existe mejor oportunidad de madurar espiritualmente que el matrimonio, ya que nos vemos constantemente desafiados a ser humildes, mansos, a soportar con paciencia, a amarnos por encima de nuestras debilidades, y a mantener la paz mediante una unidad espiritual.
Entonces podemos afirmar que la vida espiritual activa, más una actitud de obediencia a la palabra de Dios, nos conducen a una madurez en nuestra manera de vivir. Esa madurez nos permitirá alcanzar el fruto del Espíritu, que es el que va a producir verdadera felicidad en nuestra vida.
Necesitamos renovar nuestra manera de pensar, dejando nuestros conceptos equivocados y tomando la decisión de formar un nuevo carácter fundamentado en una vida espiritual activa y una actitud de obediencia verdadera a la palabra de Dios.
Hablemos con nuestra pareja y tomemos la decisión de reconocer los errores, pedir perdón mutuamente y comenzar a trabajar en la formación de un nuevo carácter dispuesto a la humildad, la mansedumbre, la paciencia, el amor y la unidad espiritual en el vínculo de la paz.