domingo, febrero 24

LA CONCILIACIÓN: HERRAMIENTA PARA EL DIÁLOGO



¿En qué consiste la conciliación?

Uno de los principales problemas que tenemos en la vida diaria es que cortamos la comunicación y dejamos de hablarnos. En la vida cotidiana se nos “olvida” hablar como lo hacíamos en el noviazgo o en los primeros meses de matrimonio. Aceptamos, tácitamente, situaciones que nos disgustan y se abre una brecha por culpa del orgullo y la falta de tolerancia....

Por eso existe la conciliación, un mecanismo alternativo para solucionar conflictos al cuál le da más realce. Con este mecanismo el Estado propicia un espacio para que los ciudadanos busquen acuerdos simples cuando se ha deteriorado su capacidad de diálogo.

Conciliar es acudir donde un “conciliador” y contarle el problema: “Mi esposo no me da dinero para la manutención de mis hijos”... El escucha a las dos partes, crea el clima de confianza necesario para que se expresen y trata de que lleguen a un entendimiento. El conciliador no tiene potestad para decidir, pero sí la capacidad para atraer a los dos afectados y ayudarles a limar asperezas. Lo que se logra conciliar queda registrado en un acta con carácter obligatorio para las partes.

¿Qué asuntos conciliar y para qué?
Cualquier asunto que atente contra la armonía familiar o contra la familia como institución básica de la sociedad, con el fin de recobrar la estabilidad familiar, o, por lo menos, de restablecer la sana comunicación entre seres civilizados. En otras palabras, todo comportamiento de un miembro de la familia que implique violencia, daño físico o psíquico, amenaza, maltrato, agresión, ofensa...

Reciben especial cuidado la violencia intrafamiliar, los atentados contra los derechos fundamentales de los niños: a la vida, a la integridad, a la salud, a tener una familia y a no ser separado de ella.
En forma práctica, son -por ejemplo- temas de conciliación: la regulación de visitas a hijos de padres separados, las cuotas alimentarías, la suspensión de actos que impliquen agresión física y psíquica a cualquier miembro de la familia, cualquier asunto económico.

También muchos de los procesos que se pretenden ventilar ante la jurisdicción de familia, tienen como requisito para abrir el proceso, llevar la constancia de que se agotó previamente una audiencia de conciliación. Entre ellos están: la separación de cuerpos, el divorcio que no sea de mutuo acuerdo, la declaración de la unión marital de hecho, la separación de bienes. Esto con el fin de ofrecer una alternativa de diálogo antes de iniciar un dispendioso trámite. Así se han restablecido muchas relaciones o, por lo menos, se ha evitado que el problema crezca.

¿Qué sentido tiene conciliar?
El ser humano muchas veces se crea los problemas. Crecimos en la cultura del pleito, de llevarnos el punto y, por lo general, no hemos aprendido a buscar soluciones a los problemas, a resolver, antes de poner la barrera del “No diálogo”, de la indiferencia.

La realidad nos muestra que los problemas que se originan desde la familia, nicho mínimo de la sociedad, necesariamente trascienden en forma de violencia e injusticia social. Y es precisamente por la realidad de violencia, de desintegración del ser humano, de rompimiento permanente de hogares, que estamos cobrando conciencia de que el camino es otro. Hace falta el diálogo, la tolerancia, el entendimiento del ser que está al frente... hace falta conciliar.

Vivimos en un estado de derecho donde la familia es reconocida especialmente por las constituciones nacionales y está protegida por muchas leyes. Aprovechemos la conciliación como herramienta que nos brinda el Estado para aprender a resolver los problemas desde adentro.

¿A quién acudir?
A la Comisaría de Familia más cercana a la residencia. Ella es la autoridad encargada, Procede a citar a la persona que está violando los principios mínimos de convivencia familiar y, como lo indicamos, trata de acercar a las partes para limar asperezas y eliminar conflictos.
Fuente: Revista Ser familia #5, página 35.

TOMADO DE LA PAGINA WEB



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